Sangre

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Día 32

M no recuerda el día que conoció a Adolfo pero estaba segura de que toda su vida había estado ahí. Sin saber como, en el Instituto, empezaron a salir. Él era encantador, alto, guapo, listo, siempre tenía una palabra de ánimo para cualquiera y un consejo para cualquier circunstancia, siempre sabia lo que había que hacer y como hacerlo. Eran la pareja perfecta, abrazos, risas, caricias, besos, carpetas forradas de ídolos juveniles y sus fotos en el centro. Sin lugar a dudas habrían sido los reyes del baile uno y otro año si esa tradición se hubiera importado igual que los tupes o las “macambruguesas”. Con él a su lado M se sentía segura y protegida, nada podría hacerle daño,nada excepto el mismo.

El día que descubrieron el sexo algo cambió. Entonces no se dio cuenta pero ahora estaba segura, tan segura como la pequeña cicatriz en su pecho le recordaba cada vez que se miraba al espejo. Un extraño brillo en los ojos, una modulación diferente de la voz…. Aparentemente era el mismo, pero poco a poco las sugerencias pasaron a ser ordenes, las caricias pasaron a ser pequeños golpes, los besos empezaron a saber diferente, ahora tenían el ligero regusto metálico de la sangre. M pasó de saborear sus labios a tener que saborear otros fluidos más densos y pegajosos, paso de hacer el amor a tener que ofrecer cualquier parte de su cuerpo a ese miembro insaciable. Pasó de ser venerada en publico a ser ninguneada en privado. No entendía como pudo suceder aquello, ¿cómo se puede pasar de ángel a demonio apenas atisbando el placer carnal?

Cuando volvía a casa rendida y agotada solo podía tumbarse a mirar el techo y preguntarse que estaba haciendo mal, que cosa habría hecho para que le tratasen así, para que le hiciesen eso que seguro merecía, pensaba que , quizás, no estaba a la altura de él,tendría que esforzarse un poco más y dejar de quejarse. Y eso hizo, día tras día hasta aquella noche en la que el filo acerado de un cutter le abrió la piel.

Como decía su abuela —Hay gente que tiene muy mala sangre, pero solo se la puedes ver cuando está fuera de su cuerpo.

Había llegado el momento de saber que tipo de sangre tenían los dos. La de ella ya oscurecía en pequeñas gotas sobre las sábanas, la de él empezó a salir a borbotones de su garganta en cuanto se quedo dormido.

Saponificación

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Día 31

El proceso en si es bastante sencillo: una grasa entra en contacto con un álcali diluido en agua y se produce una reacción denominada saponificación que hace que la mezcla se caliente y gelifique. Solo es necesario controlar las cantidades, proporciones y el sobreengrasado. Todo esto da como resultado un producto cuyas cualidades de dureza, persistencia, acondiciona etcétera dependerán del tipo de aceite o grasa que se use y del álcali que introduzcamos en la mezcla.

La grasa puede ser aceite de oliva, de semillas, reciclado, de aguacate, de palma, de almendras, de coco o una mezcla de varios de ellos. La grasa también puede se de cerdo, de vaca, de cordero…

Dice la teoría que el mejor jabón será el que se obtiene de una mezcla precisa de NaOH y grasa humana ya que esta, al ser de idéntica composición molecular en todas las personas, resultaría en un producto cien por cien asimilable por la piel humana y que respetaría al máximo su ph dando una hidratación próxima a los valores de salubridad indicados en la declaración 1589b/224 de la Organización Mundial de la Salud.

***

Los años de práctica le habían convertido en un mas que notable cirujano, por lo menos en lo que al uso del bisturí se refiere. Con la delicadeza propia de los maestros japoneses del ikebana levantó los últimos centímetros de piel del glúteo derecho dejando al descubierto una masa blancuzca y arrugada, de aspecto sanguinolento y babeante que brillaba bajo la luz azulona de la sala. Sin un ápice de duda cortó y seccionó separando algo mas de dos kilos de sebo que dejó caer en la cubeta plástica que se encontraba a sus pies. El cuerpo yacía abierto como un libro sobre la mesa metálica, la piel de los pechos, de los glúteos, del abdomen aparecía desplegada como si de una extraña flor se tratase.

Ya no quedaba ni un gramo de grasa.

Si las circunstancias hubiesen sido otras la propietaria de ese cuerpo estaría orgullosa de poder lucir, al fin, los modelitos que tanto le atraían de las revistas de moda, estaría encantada de que las interminables dietas hubieran dado resultado al fin, ya nadie podría llamarla gorda, ballena, foca, ni siquiera gordibuena ni fofisana, el que se inventó esos palabros debería descansar para siempre colgado de los pulgares. Todos sus años de lloriquear frente al televisor mientras comía un helado de vainilla pensando en lo triste que era tener una talla cincuenta y cuatro habrían terminado y podría lucir un tipo estupendo mientras se bronceaba al sol.Pero, claro, eso solo podría haber pasado si las circunstancias hubiesen sido otras.

Despacio empujó la caja a un lado y abrió una gran bolsa negra, ahora venia la parte más desagradable del asunto, ahora le tocaba limpiar todo aquello.

Hay una carta para tí.

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Día 30

Si subir las escaleras se le antojó escalar una montaña, abrir la puerta fue como derribar un muro de hormigón y aun peor fue recoger las dos cartas que había en el suelo, una con el membrete rojo del banco y la otra con el azul de su empresa.

Arrastrando los pies se dirigió al sofá donde se dejo caer como una ballena varada en la playa, soltó la barra de pan sobre sus muslos y con un pequeño temblor en los dedos volvió a examinar los dos sobres que tenia en la mano. Cerró los ojos un instante y la sensación de mareo le avisó de que se encontraba nervioso. No esperaba nada bueno en aquellos sobres alargados, pero sabía que era inevitable —Puta vida—pensó.

Despacito introdujo el dedo en la solapa y, poco a poco, rasgó el papel. Dentro una única hoja plegada en tres. —En bla bla bla a bla bla bla—leyó—Señor tal, le informamos de que nuestra política de bla bla bla al haber acumulado dos periodos de baja bla bla bla, cabrones—dijo en voz alta—bla bla bla por lo tanto desde la fecha de la presente tiene diez días para solicitar la retribución o disfrute de las vacaciones pendientes bla bla bla, siendo tramitada su baja en nuestra empresa a partir de ese momento.—Miró al techo, se paso la mano sudorosa por la frente y cogió la otra carta.

—Estimado bla bla bla según lo estipulado en bla bla bla y teniendo en cuenta los dos meses de bla bla bla.—Se detuvo un momento, no estaba seguro de querer seguir leyendo, la lengua se la había puesto pastosa como si se hubiese tomado veinte cervezas la noche anterior, se raspó la lengua con los dientes de atrás hacia delante como hacía siempre que notaba esa sensación, trago la espesa saliva y continuó. —por lo tanto procedemos a solicitar ante el Juzgado Contencioso Administrativo la recuperación de la vivienda anterior mente descrita…

J. Caballero levantó lentamente la cabeza, las primeras lágrimas apenas asomaban a sus ojos enrojecidos , se las limpió con el dorso de la mano. Miró al frente donde una televisión que no había funcionado en los últimos seis meses simulaba una pequeña ventana a la nada más absoluta, bajo ella un pequeño mueble blanco con ruedas donde la minicadena que le acompañaba desde su décimo sexto cumpleaños emitía un leve parpadeo azul. Contempló las paredes casi desérticas, solo un par de fotos de su viaje a Portugal, nada del otro mundo, toda la noche en un autobús, una pensión ruinosa y la tristeza de Lisboa, todo el espíritu de un fado concentrado en callejuelas empinadas, edificios de pintura desconchada y humedad,como su ánimo.

Como siempre le sucedía no se detuvo en los detalles, sabía que tenia pocas cosas que llevarse con él, pocas maletas que hacer ¿una? ¿qué le esperaba ahora? ¿la familia?¿qué familia? ¿una hermana a la que no veía desde hacía veinte años y a la que apenas recordaba? ¿una madre de la que lo último que supo era que estaba ingresada por una crisis neuronoseque?. No, no le quedaba nada y en pocos días no tendría ni un cuartucho donde pasar la noche, solo le quedaba su dignidad, coger sus cosas y desaparecer, lejos, cerca, que más da, todo estaba perdido así que, por una vez en su vida, se dio cuenta de que nada importaba ya, suspiro y con el último resto de aire de sus pulmones comprendió que, por fin era libre, se sintió flotar, por una vez en su vida no tenía responsabilidades, no tenía deudas, nadie a quién rendir cuentas, la nada le había liberado, tener nada es como tenerlo todo, te da la tranquilidad de que hagas lo que hagas nada importa…

Todo lo sagrado es profanado.

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Día 29

La pistola de plástico amarilla se la quitó al «Foli» en la última guerra de «las eras» contra «la plaza» la quería y la cogió, simple. Pocos niños de su edad e incluso mayores se atrevían a contradecirlo, el precio de hacerlo podía ir desde un puñetazo hasta terminar tirado en un charco de barro.

Vivían en la última callejuela del pueblo, la más estrecha, la más pobre y la más sucia. Al final de la calle solo había dos opciones: bordear la casa de la parata y llegar a la rambla o ir a la izquierda y llegar a la placeta, justo detrás de la iglesia. Su opción preferida era la primera aunque había que tener cuidado con la vieja casa en ruinas, ya murió una niña al caerle una teja en la cabeza un día de viento.

Al llegar a la rambla había un pequeño nacimiento de agua que aprovechaban las mujeres para lavar la ropa. Ese era su lugar preferido para poner liga: un poco de suela de tocino calentada en una lata, esparto y a esperar. Le gustaba cazar colorines y pardillos, luego los vendía o los cambia por cualquier cosa. También le gustaban los polluelos, se conocía todos los nidos desde su casa al bancal del tío Soria, pero para estos la suerte era diferente, solían terminar reventados en sus manos, no podía evitarlo, sentir esos cuerpecillos calientes y sin plumas le provocaba un hormigeo en los dedos que los hacía cerrarse y apretar cada vez mas. Sus dominios llegaban hasta el horno, pero no tenia problemas en ir más allá, donde el «Cali» o donde el Juanon. Si alguien se ponía tonto lo arreglaban a tortas, unas veces ganaba y otras perdía , pero no importaba.

Pero todo este historial de matón de pueblo se quedo en nada el sábado de las fiestas. Con apenas 12 años entró en la iglesia mientras gran parte del pueblo estaba en la plaza viendo la sucesión de saltos y piruetas que al ritmo de guitarras, laudes y bandurrias daban cuenta del folclore local.

El pequeño templo estaba vacío, unas tenues luces iluminaban la nave central con un ligero tono anaranjado. Se acerco al sagrario mientras a su mente venían las palabras tantas veces repetidas en la catequesis:—Señor: Yo creo que estás aquí presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.Te adoro con todo mi corazón, como al único Dios verdadero—.Sus manos se acercaron temblorosas a las pequeñas puertas de plata.—Te amo sobre todas las cosas. Te doy gracias por todos los beneficios que de Ti he recibido—. Dentro, una pequeña cajita dorada.—Te pido por todas mis intenciones.Te ruego que me ayudes en todo lo que necesite. Amén—.Sin pensárselo dos veces abrió la cajita, cogió el Santo Sacramento y se lo metió en la boca. No sintió nada especial, la misma sensación pegajosa de siempre se apoderó de su lengua y noto como algo se le quedaba pegado al paladar. Dio media vuelta y se marchó. Fuera seguían con el baile, nadie se dio cuenta de nada hasta que el cura entró en la iglesia para preparar la procesión del día siguiente y una mueca de horror se dibujo en su rostro al ver el tabernáculo abierto y profanado.

La noticia corrió como la pólvora por las calles engalanadas con banderines de colores, farolillos y banderas de papel, desde el puesto de turrón y la caseta de tiro, hasta los caballitos y la diminuta noria se extendió como una de las siete plagas de Egipto y, por un momento, sembró una oscura nube en el corazón de los vecinos del pueblo. Nadie decía nada, pero las miradas y los silencios parecían clamar el nombre del autor de tan gran pecado aunque, bueno, pensándolo mejor, eran fiestas ¿no? la afrenta podía esperar un par de días para ser castigada, no había prisa. Las luces volvieron a brillar en todo su esplendor y la música atronadora  y distorsionada de los «cacharritos» volvió a castigar los oídos del que cometiera la imprudencia de acercarse.

En una esquina de la plaza, donde apenas nadie podía verla C. Andy se enrollaba un mechón de pelo en su dedo indice una y otra vez mientras se repetía—Mi hijo es el mejor, mi hijo no ha sido, ese no ha sido mi hijo, él es un santo…pero mi hija…

El pasado siempre vuelve.

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Día 28

«El reloj brillaba con una tenue luz verde: 3:02. Hoy era una de esas noches, ni melisa, ni valeriana, ni tila, ni melatonina, nada de nada, la cama le dolía como si estuviera tumbada sobre un lecho de piedras y su mente bullía como un enjambre de abejas.

—¿Donde estás?, ¿donde está mi hija? ¿nadie la ha visto? ¡No puede ser Dios mio! ¿cómo se va a ir? Ay mi hija ¿donde estás?—murmuraba en un agitado duermevela.

El largo pelo rubio le daba calor, la sábana le daba calor, sudaba, se movía de un lado para otro, giraba la cabeza, estiraba las piernas, otra vuelta, la mano debajo de la almohada, la mano sobre la almohada, otra vuelta y otra y otra…

—¡Ayyyyyyyyyy! ¿donde está?…..hijo mío ¿y tú? ¿qué haces? Menos mal que tú si que eres bueno, pero no te veo, no te escondas……¿donde está mi hija? ¿la has visto?, no puede ser, ¿como se va a dejar a su niño solo? ¡Ay mi niño! ¡criatura! Tan pequeño ¿donde estás hija? ¿Por qué te has idos? ¿Acaso no te he tratado bien hija mía? ¿y yo qué puedo hacer?no, no, no fue mi culpa hija.

6:23 de la mañana. Fuera, en la calle, apenas quedan los ecos del motor diésel del camión de la basura y los primeros coches empiezan a circular dando paso al nuevo día. Dentro se escuchaba el rítmico goteo de una cisterna, algún que otro paso de vecinos madrugadores y unas persianas que subían buscando los primeros rayos de luz.

C. Andy dormía, por fin, un sueño pesado con respiraciones entrecortadas, las sábanas estaban arrugadas a los pies de la cama y el edredón blanco parecía un gigantesco papel arrugado tirado en el suelo. Se adivinaba el movimiento de sus ojos bajo los parpados cerrados y, de vez en cuando, movía la cabeza de un lado a otro murmurando —¿Hija?……¿hija?…….hija ¿donde estás?….. no……yo no…..él…..si es muy bueno…..no…el…habrá sido sin querer…..¿hija?…..que bueno……¿hija?…¿HIJA?.

El despertador la sacó de un tirón de sus pesadillas, abrió los ojos y miro a su derecha, al marco de latón desde donde dos niños la miraban con los ojos entrecerrados por culpa del sol estival. Él, el más grande de los dos, sujetaba a su hermana con una mano sobre los hombros mientras en la otra llevaba una pistola de juguete amarilla. Ella, con vestidito blanco, sujetaba por los pelos una desgastada muñeca de plástico oscuro mientras parecía tirar hacía un lado intentando soltarse del abrazo de su hermano. Con mano temblorosa cogió la foto, como todas las mañanas, y le dio un fugaz besos mientras una lágrima se abría en sus ojos cansados. Despacio dejó la foto y , mientras se levantaba trabajosamente suspiro: —Pobres.«

Tormenta

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Día 27

«La habitación estaba en penumbra, nunca había podido limpiar el sillón con mucha luz, le recordaba demasiadas cosas. Esa noche la música la ponía la lluvia que sonaba en la ventana y los truenos que rompían la oscuridad cada poco tiempo.

Humedeció la bayeta en el pequeño cubo con agua y jabón, —jabón lagarto— le había dicho su padre, —lo mejor para todo—le recordaba todos los sábados por la tarde cuando se entregaba a la tarea de limpiar hasta el más mínimo detalle los sillones de la barbería. Poco a poco, con la delicadeza de un cirujano, iba frotando el asiento, los reposa brazos, reposa pies y reposa cabezas, el respaldo, el pie metálico del pesado sillón de hierro, despacito, sin tocar las partes de cuero que ya estaban envejecidas por el paso del tiempo.

—Le voy a enseñar bien, seguro que está preparada para esto—pensó mientras limpiaba una pequeña y reseca mancha negra,—es ella, seguro, lo noto, solo ella podrá acompañarme en este camino, no hay duda.

Por la ventana, iluminadas por las tenues luces naranjas de la calle, se apreciaban las siluetas de las copas de los árboles y a cada relámpago se recortaban con claridad haciendo un curioso juego de formas con las esquinas de los edificios, tan rectas, lo irregular de la naturaleza sobre las formas regulares en las que se empeñaba el hombre.—¿Por qué nos obcecamos en alejarnos de la naturaleza?¿por qué queremos hacerlo todo tan recto, tan predecible, tan antinatural? ¿acaso es nuestra forma de intentar diferenciarnos de los animales, nuestra forma de ocultar el lado salvaje que todos llevamos dentro?—pensó mientras empezaba a secar con un paño de algodón—de los que no sueltan pelusa—le decía su padre—¿Por qué tan pocos conseguimos aceptar nuestro yo más salvaje y convivir con él?¿quién somos nosotros para ocultarlo?¿acaso somos dioses?no, claro que no, somos humanos y como tales somos, al fin y al cabo, animales y tenemos que aceptarlo y ser consecuentes con ello. Si, ella está preparada, lo noto, lo siento, he visto su lado animal y le ayudare a recuperarlo, a sacarlo de la jaula donde arrinconamos nuestra esencia porque somos así, salvajes, en diez mil años no hemos conseguido nada, solo ocultar, ocultar nuestra verdadera esencia—.El sonido de la tormenta era la banda sonora perfecta para sus pensamientos.

Cogió el tarro azul con letras blancas, lo abrió y le asalto ese olor que le acompañó durante toda su infancia. Untó un trapo con un poco de crema y comenzó a frotarlo en las partes de cuero haciendo círculos,—la nivea es lo mejor que hay para la piel, así que también tiene que ser bueno para el cuero ¿no hijo?—.Siempre las mismas preguntas, siempre los mismos gestos, una y otra vez, nada se escapaba a la rutina: el lento cepillar el suelo después de un corte de pelo una, dos, tres, cuatro, cinco, cinco veces exactamente, el sacudir la capa justo antes de atarla al cuello con doble lazada, el afilar la navaja cuatro veces antes de empezar el afeitado, las tijeras, dos cortes en el aire y uno en el pelo, dos cortes en el aire y uno en el pelo, tres cortes en el aire y dos en el pelo, dos cortes en el aire y uno en el pelo… Esa fue la música de su infancia, el sonido de las tijeras, el suave murmullo del cepillo quita pelos, el chispazo casi eléctrico del peinador al sacudirlo, un día tras otro, una semana tras otra, rutina, siempre rutina hasta que aquel disparo en la cabeza, el único acto que realizó su padre fuera de la rutina, le sacó de golpe de la infancia.

Frotar y frotar, frotar y sudar y frotar y sudar y frotando y sudando acallaba el estallido de la escopeta en su cabeza. Frotar y frotar y mientras, en la calle, seguía lloviendo y un trueno rompió la noche.»

Horario

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Día 26

«A las 11:00 de la mañana M. abría la puerta de su librería en la calle mayor de la ciudad, 10 minutos más tarde tomaba una taza de té con un mollete de tomate y jamón frente a la pantalla del ordenador. A las 11:15 escudriñaba una pequeña mancha en el techo intentando decidir si era una humedad del vecino de arriba o una mancha de pintura, 30 segundos después sonó la campanilla de la puerta.

Justo a las 11:15:40 Berta entró en la librería, —¡Buenos días!— dijo cantarina. Durante 5 segundos M miró de arriba a abajo a la recién llegada y, sin darse cuenta, se mordisqueo el labio superior, 1 segundo después decidió que le encantaba esa chica,—¡Hola, buenos días!, ¿necesitas algo?—. 15 minutos más tarde seguían hablando de libros. A las 11:45 compartieron una taza de té y 2 horas después decidieron salir a comer juntas.

Sonaban en el reloj de la plaza las campanadas de las 14:30 cuando M. y Berta se sentaban en una pequeña mesa del Bar «La Moderna», a los 20 minutos ya pedían, M una copa de vino blanco, un primero de ensalada de aguacate con ibérico y un segundo de trucha en salsa. Berta un vino rosado, un primero de ceviche de boquerón, un segundo de rabo de toro.

A las 15:45 llamaron al camarero y le pidieron de postre pudin de queso M. y panacotta Berta, a los 30 minutos decidieron que esa noche saldrían juntas a dar una vuelta.

Durante tres horas cada una volvió a su rutina. M a su librería, a luchar con facturas, devoluciones, redes sociales, con una rutina que le estaba haciendo perder la ilusión. Berta a su apartamento de 45 metros cuadrados, a sus gatos, a sus currículos y sus guiones a medio estudiar.

1:15 horas antes de la cita Berta se dio un baño con aceite esencial de ylang-ylang mientras tarareaba una canción,—Esta noche me voy a bailar, esta noche ella viene conmigo, ya están brillando las primeras estrellas…

30 minutos antes de encontrarse con Berta, M cerró la librería y corrió a su casa a darse una ducha y cambiarse de ropa, no había tiempo para música ni para entretenimientos.

A las 20:00 se dieron un beso en la mejilla en la puerta de «La anticuchería», entraron y disfrutaron de uno de los generosos menús de degustación que les ofrecieron. Dos horas más tarde salían por la puerta con la tripa llena y ligeramente achispadas.

Con la campanada número 10 estaban entrando en la casa de M. a los 2 minutos estaban besándose en el sofá, 15 minutos después yacían juntas en una cama de 150 por 200 centimetros y sábanas blancas. A las 10:25 M mordió el labio superior de Berta del que salieron tres gotitas de sangre.

25 minutos más tarde sudorosas y exhaustas miraban al techo, una sin pensar en nada en concreto, la otra recreando en su mente todo lo que había pasado y lo que aún quedaba por venir.

A las 11:15 Berta estaba tirada, muerta junto a una pila de cajas de plástico llenas de botellines de cerveza vacíos».

¡Sorpresa!

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Día 25

“ Hola querido diario, ¿y ahora qué? ¿eh? ¿quién es de fucking mistress of the universe?¿eh?¿quién es la que ha echado un polvo de los que no se olvidan, eh?.Esto está cambiando, empieza una nueva racha, después de lo de anoche no hay quién me pare.

A ver, que esto no pasa todos los días, un tio bueno, interesante, delicado, refinado, con gusto que te trata como una reina y que encima ¡sabe donde tocarte!. Yo creia que eso no existía, pero visto lo visto puedo confirmar que si, que los hombres así existen, te sacan a pasear, te invitan a una cena sofisticada en un lugar de lo más in, te hace reir, te acaricia, te besa, te toca como nadie te había tocado jamás, te hace disfrutar… mejor paro por que nada mas de recordarlo me pongo como una moto.

No, este no tiene nada que ver con los niñatos con los que me he acostado antes, nada de nada de nada, este sabe lo que se hace no como los otros, pobres cachorros, tan bruscos, tan veloces, tan insensibles, solo obsesionados con su mete saca y sus grititos, sus toma toma, sus ¿te gusta? ¿ a qué si? Que parecen salidos de una mala pelicula porno. ¿Hay pelis porno buenas?. Me lo apunto para investigar.

Aquí la chica del té convertida en la reina del sexo jajaja, esto no va a parar aquí, se termino lo de la niña modosita, la que todo le parece bien, la que no dice núnca que no por no quedar mal. Este tío me ha despertado, si, esta claro, es perfecto, bueno, lo del sillon de barbero es un poco raro¿no?. Esa habitación tan oscura, con el sillon ahí en medio. Vaya manía mas extraña, pero bueno, solo quería una foto mia desnuda y a mi nueva yo eso no le importa, tengo un cuerpo estupendo y aquí está para enseñarlo, para disfrutarlo, se acabo la timidez, llegó THE FUCKING MISTRESS.

Hemos quedado en vernos dentro de tres días, Se me van a hacer eternos, ya estoy deseando de ver que sorpresa me tiene preparada, eso me ha dicho, que me tiene una gran sorpresa preparada. Me entra un noseque en el estomago solo de pensarlo. ¡Qué me haga lo que quiera! Se va a enterar ese de lo que soy capaz, anoche me contuve un poco, pero el próximo día, el próxmo día se va a enterar de lo que es bueno, no va a haber visto perra más caliente en su vida, creo que le va la marcha y se la voy a dar, lo voy a atar a ese sillon que tanto le gusta y me lo voy a comer entero, le voy a hacer un traje de saliva que va a flipar y luego le diré que me ate a mí, que me haga lo que quiera soy capaz de dejarle hasta que me dé algun cachete, voy a ser su dueña y su esclava, va a flipar este, se va a enterar de quien es la chica del té, THE FUCKING MISTRESS OF THE UNIVERSE JAJAJA.

P.D. Otra vez se me olvidaba. Querído diario es para mi un orgullo y una satisfaccion contarte estas cosistas que me pasan de vez en cuando, el próximo día te van a faltar hojas para todo lo que te espera jajaja”.

Coturno

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Día 24

J. Caballero caminaba por la calle despacio, con las manos en los bolsillos. Hoy era su último día de baja, quien se lo iba a decir a él que nunca faltó al trabajo por una gripe, por un dolor por una molestia y, ahora, por encontrar un cadáver en un contenedor de la basura le dan, le obligan, a cogerse dos semanas de baja. Menuda faena, antes no era para tanto, pero ahora. Ahora no te pagan los cuatro primeros días y luego solo te dan el sesenta por ciento de la base reguladora, vamos, con su sueldo, una miseria.

Ese mes lo llevaba jodido, si normalmente le costaba llegar a fin de mes este no lo hará. La hipoteca, la luz, el gas, teléfono, comida, nueve horas de trabajo al día para vivir miserablemente.—¿Qué hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?—piensó,—hijos de puta—.

Esa noche hay poca gente por la calle, no hay nada como que se juegue el «clásico del año» para que tengas toda la ciudad para ti, los bares se llenan pero las aceras se vacían, en las plazas apenas si queda algún invisible escuchando el partido en una radio arcaica. El fútbol… que tendrá el fútbol para arrocinar a miles y miles de personas.—Que mueren diez mil niños huyendo de la guerra en las puertas de nuestras casas, no pasa nada—murmuró—que nos bajan los sueldos, no pasa nada, que nos roban los que nos tienen que proteger, no pasa nada, pero que le anulen un gol al tipo ese, al del pendiente, o que le den una patada a la pulga esa y tenemos charla para rato, titulares,  análisis concienzudos, tertulias.¡Qué asco!.—Escupió.

Así estaban las cosas, con la escusa de la crisis todo se podía romper, anular, quebrar, no hay nada como el miedo para que todo el mundo calle, ¡qué nadie proteste que viene el coco!, se respiraba asco en cada esquina, desidia, indolencia.—El alma de la gente está manchada—reflexionó—es como en el libro aquel…todo está gris, nos cubre la mierda y no hacemos nada por salir de ella—. Hundió un poco más la cabeza entre los hombros y jugueteó con las llaves en el bolsillo. 

Caminaba aplastado por el peso de sus cavilaciones y con una canción que se le había pegado al cerebro como una lapa a una roca: I never meant to cause you any sorrow, I never meant to cause you any pain, I only wanted to one time to see you laughing, I only wanted to see you laughing in the…

Al final de la calle se adivinaba un pequeño bar, un montón de cajas de plastico vacías se apilaban delante de un pequeño portal. J. Caballero lo miro con nostalgia, le recordaba la época en la que había soñado con tener su propia fabrica de cerveza.—¿Cómo se llamaba?—se preguntó intentando recordar—¡microcervecerías! eso era—. hizo un cálculo rápido de cuantos litros de cerveza podría embotellar en aquellos botellines vacíos, —a ver, uno, dos, tres—empezó a contar las cajas de arriba a abajo—ocho y nue…¿qué es eso?—.Justo por detrás de la última caja asomaba un pie calzado con un zapato de medio tacón negro.—¡Coño!—exclamó y solo pudo pensar que su bolsillo no podría aguantar otros quince días de baja.

Del bar salieron como estampida los gritos de una veintena de forofos ebrios: ¡GOOOOOOOOOOOOOOL!!

 

Dreaming.

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Día 23

«Esa noche hacía más calor del normal para esas fechas, estaba siendo una primavera muy rara, pero ¿qué otra cosa puede ser la primavera sino rara?.

Hacía unos minutos que había llegado a la puerta del restaurante. La gente no dejaba de pasar, desde que habían publicado una pequeña reseña en el blog de moda de la ciudad el comer o cenar allí se había vuelto una tarea complicada,  pero bueno, allí estaba.

Cuando la volvió a invitar no se lo podía creer —después de como termino la cita anterior— pensó. Creía que nunca más volvería a cruzar una palabra con él, ella había vuelto a su rutina y él a sus pequeños vasos de prueba. Dos semanas y ya se había olvidado de todo hasta que esa mañana entró a la tienda, con decisión se acercó al mostrador y solo dijo:—¿esta noche a las diez en el Dreaming?.— Desde el mostrador lo miró perpleja, —vale—respondio sin pensar. —Nos vemos—dijo con una sonrisa en la cara, se dio la vuelta y se marchó.

—¡Joder!¿por qué me pasan estas cosas tan raras?—pensó—¿donde ha dicho? ¿en el dream qué?, mierda—. Rápidamente se sentó al ordenador y buscó restaurantes en la ciudad con un nombre parecido a dream, solo le apareció uno: Dreaming, calificación: cuatro estrellas y media, opiniones: 225, reservas: cerradas. Un gesto de sorpresa se dibujo en su cara—digo yo que será este porque sino el ridículo va a ser espantoso—pensó.

—Las diez.—Miro el reloj por quinta vez en los últimos cinco minutos—¡como no aparezca!—resopló.

—¡Hola!.

Entraron dentro, al parecer todos los modernos de la ciudad estaban allí, hipster, muppies, coolturetas, BoBos, lumberxesuales, mermen, indies se apiñaban alrededor de una barra circular en cuyo interior una docena de cocineros se afanaba en planchas, sartenes y todo tipo de utensilios de cocina. Se sentaron en dos taburetes junto a la diminuta terraza. Un chico con una camisa de fuerza tuneada se les acercó y les ofreció cócteles de nombres desconocidos, se dejaron aconsejar. La carta de comida ofrecía platos como la Lasaña coreana de wonton y vaja vieja gallega con shitake, tuétano asado con churros, dumpin pekines oreja confitada y moisin de fresas. Pidieron tres platos para compartir que los propios cocineros, allí no había camareros, les sirvieron en platos desechables o directamente sobre un trozo de papel. Cocina moderna con presentación callejera, todo muy cool.

La noche avanzó entre una charla agradable y sabores nuevos, esta vez no hubo vino así que la cosa no se descontroló mucho. Terminada l cena se acercaron a otro nuevo garito donde parecían estar las mismas personas que en el restaurante, la moda había aliena la ciudad pero nadie parecía darse cuenta.

Entre risas llegaron al portal de la casa de él, curiosamente junto a la tienda de té observó ella, era una señal  y sin pensárselo mucho le beso. Había esperado otra reacción por su parte, algo salvaje, un beso interminable, con lenguas juguetonas, pero no, fue un beso breve casi casto, era todo un señor. 

Entraron.

Al cerrar la puerta él le quito el abrigo al tiempo que apartaba su pero y besaba su nuca con dulzura, sus manos buscaron sus pechos, ella sonrió. El sofá era lo que más cerca les pilló, allí mismo la desnudo, la beso, beso cada uno de los centímetros de su piel, explorando, deteniéndose allí donde notaba una respiración entrecortada, pasando de puntillas por los lugares más obvios. A ella le sorprendió, pero se dejo hacer, se dejo acariciar, besar y apenas si cerro una milésima de segundo sus muslos cuando él busco su clítoris con sus dedos, ahí se acabó su resistencia. La acarició levemente, busco en su vulva la humedad que le ayudara en su tarea y empezó a describir círculos muy despacito hasta que sintió que las caderas de ella empujaban en un intento de que ejerciera más presión, entonces aumento el ritmo, aumento la fuerza y ella se fue desarmando. El orgasmo llego como un tsunami, arrasando con todo, pero él no paro, apenas un pequeño cambio de ritmo y volvió a empezar. Una segunda oleada de placer la hizo estremecerse y dejar de respirar por unos segundos. Cuando su respiración recobró el ritmo normal la cogió de la mano y tiro levemente de ella para que se levantara, la abrazo, la beso —¿quieres jugar conmigo?— le susurro al oído. Ella sonrió y le contesto con un beso y con una mano en la bragueta para comprobaba la solidez de su erección.

Entraron a una habitación, él manipuló algo en la oscuridad y una música inundó el ambiente, sonó el click de un interruptor y una tenue luz iluminó algo en el centro de la habitación, ella entornó los ojos para distinguirlo mejor, parecía un sillón, un sillón de metal blanco con respaldo y asiento de cuero. —¿qué es?—pensó,—parece un…¿un sillón de barbería antiguo?—.Un escalofrío le recorrió la espalda.»