El pasado siempre vuelve.

-653007_w1000

Día 28

«El reloj brillaba con una tenue luz verde: 3:02. Hoy era una de esas noches, ni melisa, ni valeriana, ni tila, ni melatonina, nada de nada, la cama le dolía como si estuviera tumbada sobre un lecho de piedras y su mente bullía como un enjambre de abejas.

—¿Donde estás?, ¿donde está mi hija? ¿nadie la ha visto? ¡No puede ser Dios mio! ¿cómo se va a ir? Ay mi hija ¿donde estás?—murmuraba en un agitado duermevela.

El largo pelo rubio le daba calor, la sábana le daba calor, sudaba, se movía de un lado para otro, giraba la cabeza, estiraba las piernas, otra vuelta, la mano debajo de la almohada, la mano sobre la almohada, otra vuelta y otra y otra…

—¡Ayyyyyyyyyy! ¿donde está?…..hijo mío ¿y tú? ¿qué haces? Menos mal que tú si que eres bueno, pero no te veo, no te escondas……¿donde está mi hija? ¿la has visto?, no puede ser, ¿como se va a dejar a su niño solo? ¡Ay mi niño! ¡criatura! Tan pequeño ¿donde estás hija? ¿Por qué te has idos? ¿Acaso no te he tratado bien hija mía? ¿y yo qué puedo hacer?no, no, no fue mi culpa hija.

6:23 de la mañana. Fuera, en la calle, apenas quedan los ecos del motor diésel del camión de la basura y los primeros coches empiezan a circular dando paso al nuevo día. Dentro se escuchaba el rítmico goteo de una cisterna, algún que otro paso de vecinos madrugadores y unas persianas que subían buscando los primeros rayos de luz.

C. Andy dormía, por fin, un sueño pesado con respiraciones entrecortadas, las sábanas estaban arrugadas a los pies de la cama y el edredón blanco parecía un gigantesco papel arrugado tirado en el suelo. Se adivinaba el movimiento de sus ojos bajo los parpados cerrados y, de vez en cuando, movía la cabeza de un lado a otro murmurando —¿Hija?……¿hija?…….hija ¿donde estás?….. no……yo no…..él…..si es muy bueno…..no…el…habrá sido sin querer…..¿hija?…..que bueno……¿hija?…¿HIJA?.

El despertador la sacó de un tirón de sus pesadillas, abrió los ojos y miro a su derecha, al marco de latón desde donde dos niños la miraban con los ojos entrecerrados por culpa del sol estival. Él, el más grande de los dos, sujetaba a su hermana con una mano sobre los hombros mientras en la otra llevaba una pistola de juguete amarilla. Ella, con vestidito blanco, sujetaba por los pelos una desgastada muñeca de plástico oscuro mientras parecía tirar hacía un lado intentando soltarse del abrazo de su hermano. Con mano temblorosa cogió la foto, como todas las mañanas, y le dio un fugaz besos mientras una lágrima se abría en sus ojos cansados. Despacio dejó la foto y , mientras se levantaba trabajosamente suspiro: —Pobres.«

Deja un comentario