Todo lo sagrado es profanado.

c003b61948e08bef137e636fd9554b71

Día 29

La pistola de plástico amarilla se la quitó al «Foli» en la última guerra de «las eras» contra «la plaza» la quería y la cogió, simple. Pocos niños de su edad e incluso mayores se atrevían a contradecirlo, el precio de hacerlo podía ir desde un puñetazo hasta terminar tirado en un charco de barro.

Vivían en la última callejuela del pueblo, la más estrecha, la más pobre y la más sucia. Al final de la calle solo había dos opciones: bordear la casa de la parata y llegar a la rambla o ir a la izquierda y llegar a la placeta, justo detrás de la iglesia. Su opción preferida era la primera aunque había que tener cuidado con la vieja casa en ruinas, ya murió una niña al caerle una teja en la cabeza un día de viento.

Al llegar a la rambla había un pequeño nacimiento de agua que aprovechaban las mujeres para lavar la ropa. Ese era su lugar preferido para poner liga: un poco de suela de tocino calentada en una lata, esparto y a esperar. Le gustaba cazar colorines y pardillos, luego los vendía o los cambia por cualquier cosa. También le gustaban los polluelos, se conocía todos los nidos desde su casa al bancal del tío Soria, pero para estos la suerte era diferente, solían terminar reventados en sus manos, no podía evitarlo, sentir esos cuerpecillos calientes y sin plumas le provocaba un hormigeo en los dedos que los hacía cerrarse y apretar cada vez mas. Sus dominios llegaban hasta el horno, pero no tenia problemas en ir más allá, donde el «Cali» o donde el Juanon. Si alguien se ponía tonto lo arreglaban a tortas, unas veces ganaba y otras perdía , pero no importaba.

Pero todo este historial de matón de pueblo se quedo en nada el sábado de las fiestas. Con apenas 12 años entró en la iglesia mientras gran parte del pueblo estaba en la plaza viendo la sucesión de saltos y piruetas que al ritmo de guitarras, laudes y bandurrias daban cuenta del folclore local.

El pequeño templo estaba vacío, unas tenues luces iluminaban la nave central con un ligero tono anaranjado. Se acerco al sagrario mientras a su mente venían las palabras tantas veces repetidas en la catequesis:—Señor: Yo creo que estás aquí presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.Te adoro con todo mi corazón, como al único Dios verdadero—.Sus manos se acercaron temblorosas a las pequeñas puertas de plata.—Te amo sobre todas las cosas. Te doy gracias por todos los beneficios que de Ti he recibido—. Dentro, una pequeña cajita dorada.—Te pido por todas mis intenciones.Te ruego que me ayudes en todo lo que necesite. Amén—.Sin pensárselo dos veces abrió la cajita, cogió el Santo Sacramento y se lo metió en la boca. No sintió nada especial, la misma sensación pegajosa de siempre se apoderó de su lengua y noto como algo se le quedaba pegado al paladar. Dio media vuelta y se marchó. Fuera seguían con el baile, nadie se dio cuenta de nada hasta que el cura entró en la iglesia para preparar la procesión del día siguiente y una mueca de horror se dibujo en su rostro al ver el tabernáculo abierto y profanado.

La noticia corrió como la pólvora por las calles engalanadas con banderines de colores, farolillos y banderas de papel, desde el puesto de turrón y la caseta de tiro, hasta los caballitos y la diminuta noria se extendió como una de las siete plagas de Egipto y, por un momento, sembró una oscura nube en el corazón de los vecinos del pueblo. Nadie decía nada, pero las miradas y los silencios parecían clamar el nombre del autor de tan gran pecado aunque, bueno, pensándolo mejor, eran fiestas ¿no? la afrenta podía esperar un par de días para ser castigada, no había prisa. Las luces volvieron a brillar en todo su esplendor y la música atronadora  y distorsionada de los «cacharritos» volvió a castigar los oídos del que cometiera la imprudencia de acercarse.

En una esquina de la plaza, donde apenas nadie podía verla C. Andy se enrollaba un mechón de pelo en su dedo indice una y otra vez mientras se repetía—Mi hijo es el mejor, mi hijo no ha sido, ese no ha sido mi hijo, él es un santo…pero mi hija…

Deja un comentario