Llorona

_1000620Soy Juan, aunque aquí todos me conocen como El Negro, este es un pueblo de apodos y lo mismo podía haber sido El Chato, El Media Lengua o el Pirri, pero me tocó ser El Negro como mi suerte, aunque el apodo, en verdad, no es mio, era de mi abuelo que por lo que cuentan tenia un ritmo «sabrosón». Yo el ritmo no lo he heredado pero el apodo y, según dicen, la facilidad de palabra si y esto es lo único que he heredado.

Quizás sea esta facilidad de palabra la que ha hecho que desde siempre me haya gustado contar, escribir. Seguro que todo empezó en la biblioteca (cuando había), era raro el día que no pasaba por allí, leía de todo: novela, ensayo, terror, fantasía, pero lo que más me gustaba era la poesía, el día que descubrí al poeta este…..¿cómo se llamaba?….. mi cabeza ya no es la de antes, apenas me pintan las canas pero empiezo a olvidarlo todo, dicen que una mala alimentación daña el cerebro jejeje, bueno, el poeta este de la cebolla, me pareció de una sencillez abrumadora ¿como se puede decir tanto con tan poco?.

La mayoría de los poetas parece que han estado toda su vida rodeados de amor, yo, sin embargo, se podría decir que vivo rodeado de llanto, niños que lloran todo el día… el hambre duele, una mujer que llora todo el tiempo…. hay veces que la mente se rompe y la suya se rompió hace tiempo,  más concretamente el día que se dió cuenta de que no podía llevar a los críos al circo que pasaba aquel fin de semana por el pueblo. Como tantas otras veces la troupe llego el jueves, la voz corrió entre los niños como la pólvora y para cuando la destartalada furgoneta blanca recorría las calles anunciando con su megafonía estridente las dos únicas sesiones del espectáculo ya el solar donde trabajaban en levantar la carpa era un hervidero de mocosos que corrían de aquí para allá.

Cinco euros cada entrada, los niños tres.

Nueve euros marcaron la diferencia entre que ella hubiera seguido con su triste vida y la realidad de aceptar que había llegado al limite, un limite que había rondado muchas veces, como  aquel día que fue a pedirle a su prima un poco de aceite para hacerle unos bocadillos a los zagales con azúcar o el día que se acercó al Ayuntamiento suplicando entre lágrimas que no le cortaran el agua, que en cuanto pudiera volvería a pagar, tampoco cuando Don Antonio vino con la Guardia Civil a decirnos que como no podíamos pagar lo que nos había prestado se quedaba con nuestro pequeño huerto y a cambio nos dejaba un bonito papel firmado por el juez y no, esto no paso en la posguerra sino hace seis meses, más concretamente el cuatro de julio del 2013. En fin, desde el día que llegó el circo dejo de ser ella misma, se cansó de luchar, cerró los ojos y lloró, lloró como nunca había llorado y ahí sigue, llorando mientras poco a poco se consume y todos nos consumimos con ella, ya ni se acuesta en la cama por las noches, sigue ahí, sentada con el vestido azul , el mismo que llevaba ese día….y no deja de llorar.

Afortunadamente esta noche vienen los Reyes y vamos a tener un regalo muy especial, esta tarde a las siete exactamente nos cortan la luz ¿qué nos queda? leña para calentarnos no nos falta, vamos tirando con las ramas que encontramos en la rambla aunque cada día son más escasas y calientan poco. Agua tenemos, pero comida….. eso ya es otra cosa, sin el huerto… la gente se ha cansado ya de dar limosna, cada vez hay menos para ellos también y no se los reprocho, ya se han quitado bastante pan de su boca para darnoslo a nosotros, pero ese no es el regalo claro, va a ser algo mucho más especial, algo que por fin nos hará salir del agujero, el llanto se va a terminar en esta casa, el llanto y el hambre, los niños y ella van a descansar y yo voy a ser libre para hacer lo que tengo que hacer, lo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo, pero antes voy a escribir mi canción, creo que voy a  llamarla Llorona.

La Canción (Clic para escuchar)

La cerradura

cerraduraPara entrar en casa necesito usar tres llaves, tengo que pasar tres puertas, tres cerraduras me separan de la seguridad y comodidad del hogar.

La primera cerradura es suave, apenas un giro de muñeca y se abre sin rechistar, da paso de la calle al portal, esa especie de purgatorio, de paramo donde debes de decidir si sigues avanzando o te vuelves a la calle, al mundo de afuera.

La segunda cerradura es la que lleva a la escalera y es un poquito más delicada, exige entrar a fondo, un breve giro y, al mismo tiempo, un pequeño retroceso, una especie de marcha atrás que desbloquea el mecanismo y permite que puedas seguir el giro completo, abres y ahí estás, en la escalera, el ultimo obstáculo que te separa de la calidez y tranquilidad de tu casa.

La última cerradura es la más contundente, la que necesita la llave más larga y la que te pide un poco más de esfuerzo para descorrer los cinco pequeños pernos metálicos que protegen, cual cámara acorazada tu hogar de todo lo demás.

La mayoría de las veces no hay problemas, pero últimamente he venido observando que la segunda cerradura, aquella que exige más pericia, empieza a comportarse de manera extraña. Todo empezó un mediodía que llegaba yo un poco cansado, harto, hastiado, estresado, ansioso, en fin, lo que podríamos llamar un bonito estrés postlaboral. Ese día la segunda cerradura decidió no dejarme pasar, metí, giré, saqué, forcé, apreté, empujé,pateé, golpeé, pero no conseguí de ninguna de las maneras abrir la puerta, tuve que esperar en esa tierra de nadie a que alguien pasara para poder entrar. El siguiente día la cosa se volvió a repetir, y al otro y al otro. Fue una semana especialmente dura, al problema con la cerradura se añadía una ansiedad creciente debido a algunos temas laborales. Yo contemplaba entre envidioso y enfurecido como todo el mundo abría sin dificultad esa segunda cerradura mientras yo, avergonzado, tenía que espera para poder entrar, incluso hablé con el presidente de la comunidad y le expresé mi deseo de que cambiara la cerradura maldita, pero como somos una comunidad pobre de vecinos quejicas y «chupamirillas» no era posible, además todo el mundo abría sin dificultad lo cual me dejaba sin posibilidades en cualquier junta vecinal.

Ese fin de semana, por suerte, lo pasamos fuera, sin tener que pensar en el trabajo y sin tener que luchar con la cerradura, me relaje sobremanera en ese pequeño pueblito donde solíamos ir de vez en cuando. A la vuelta, como por arte de magia, introduje la llave en la cerradura y esta se abrió sin ninguna resistencia.Todo volvió a la normalidad, el trabajo se relajó, la cerradura dejo de ofrecerme resistencia, el sol brillaba…..

Apenas dos semanas después volví a tener un par de situaciones tensas, nunca me ha gustado discutir y hacerlo me pone nervioso y me impide dormir por las noches. Cuando ya estaba en la cima de mi enfado acumulativo la cerradura, esa maldita cerradura volvió a dejarme en la estacada, volvió a dejarme como a un chucho abandonado esperando que venga su dueño y le abra la puerta. ¡No podía ser! Tenia que hacer algo, volví a empujar, girar, sacar, meter, gritar, patear, incluso golpear, pero nada, no había nada que hacer. Notaba el pulso golpearme las sienes y el calor en mis mejillas lo que hizo que mi hipocondría se disparara y saltaran todas las alarmas…..¡Ojo!, a ver si te va a dar un ataque al corazón…… Me autoanalicé de arriba abajo, medí mis pulsaciones, me miré en el espejo del portal, todo parecía ir bien, respiré profundamente una, dos, tres veces y casi sin pensarlo introduje la llave, giré, retrocedí y…. ¡abrí!

Desde ese día he pensado mucho, he analizado y he llegado a la conclusión de que tenemos una cerradura inteligente, una especie de cerradura 2.0 que nos psicoanaliza, nos mide la temperatura, controla nuestra pulsaciones y nivel de sudor desde que entramos de la calle y decide si podemos entrar o no, si merecemos llegar a nuestro hogar o debemos de dejar un poco más de ansiedad o estres en la calle. Varias veces ha vuelto a no dejarme abrir, pero en esos momentos simplemente me relajo, miro para otro lado como intentando despistarla, dejo la mente en blanco y así, simplemente así se deja abrir.

Esta noche he tenido la prueba definitiva de que es una cerradura inteligente antiestrés. Justo delante de mí ha entrado en el portal una chica joven, de esas estudiantes que hace poco se han mudado al edificio. Al verme se ha puesto nerviosa debido a mi porte y elegancia natural, se nota que no están acostumbradas nada más que a jóvenes barbilampiños y medio hipster, la madurez atractiva y bien llevada de mi persona le ha sorprendido y, aunque lo ha intentado con todas sus ganas, no ha podido abrir la cerradura. Con voz temblorosa ha dicho -Vaya, no puedo.

Yo, henchido de vanidad y con el ego por los cielos ante el descubrimiento de su inocencia juvenil, simplemente he introducido la llave y mientras sonreía a la chica he abierto la puerta, la he dejado pasar y le he dicho -Cuidado con esta cerradura, detecta el miedo y la ansiedad como nada en este mundo.

Espero que mañana no se vengue de mi, creo que podemos hacer un buen equipo…….